En un mundo dominado por internet y las
redes sociales, parece complicado imaginar que en otro tiempo, las
imágenes y la comunicación viajaban a través de formatos hoy cada vez
más en desuso, como el de la tarjeta postal. Si ahora estamos
acostumbrados a compartir los itinerarios y andanzas de nuestros más
allegados, casi en tiempo real, disfrutando de las instantáneas que
continuamente se suben a las diversas plataformas y soportes digitales,
de modo que podemos hacer turismo sin movernos de la pantalla de nuestro
ordenador, visitando lugares y ciudades de todo el mundo, a primeros
del siglo XX, también había quienes querían viajar sin salir de su casa y
poseer su propia colección de vistas procedentes de los más variopintos
países. Las cadenas y ruedas de envío de tarjetas postales fueron muy
populares en la pasada centuria, las llamadas "tarjetas cruzadas",
y todavía siguen existiendo, adaptadas a los nuevos tiempos, como
atestigua el artículo que puede leerse en el siguiente enlace, publicado
en el Diario El País, donde se explica en qué consiste actualmente el "Postcrossing":
Cualquiera podía participar en estas
cadenas de envío masivo de tarjetas, y así, en poco tiempo, recibir en
su domicilio cientos de ellas. Bastaba facilitar la dirección, y
comprometerse a enviar a su vez las correspondientes postales a otros
múltiples destinatarios. Así se garantizaba la continuidad de la rueda.
Lo de menos era el mensaje; de hecho, la mayor parte de las tarjetas no
contenían comunicación alguna.
¿Qué ha pasado después con aquellas
colecciones? Seguro que muchas se perdieron, otras, quedarían en la
misma familia, olvidadas en viejas cajas, en cualquier esquina de un
trastero o desván, pero también hubo las que pasaron a manos diferentes,
llegando a entrar en el círculo de la compra-venta de papel antiguo.
Precisamente esto último es lo que debió pasarle a las tarjetas que a
continuación reproduciré y que tienen como denominador común la
coincidencia en cuanto a la persona de su destinatario, Eliseo Sergio Perera, residente
en la localidad de Matanzas, en la isla de Cuba. Muy probablemente, sus
herederos terminaron deshaciéndose de esas viejas postales, que
adquirió luego alguna tienda o marchante filatélico y que acabaron
distribuidas por los distintos canales del mercado del coleccionismo.